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La cuenta atrás del reloj biológico se activa a los 30 años

El modo de vida de buena parte de la población ha cambiado notablemente en las últimas décadas. La prolongación de las etapas académicas o la precariedad del mercado laboral, son algunas de las cuestiones que han contribuido a retrasar momentos como la emancipación de los jóvenes del hogar familiar, o la convivencia en pareja, propiciando el comienzo de la vida adulta independiente en edades cercanas a los treinta años. Esta realidad normalizada en otros terrenos, puede tener incidencia negativa a la hora de iniciar el proceso de paternidad.

Aunque afecta de manera diferente, tanto para hombres como para mujeres la edad es un factor determinante en la fertilidad.

Las personas se vuelven fértiles en la adolescencia, después de la pubertad. En el caso de las mujeres, el inicio de su vida reproductiva está marcado por el comienzo de la ovulación y la menstruación y finaliza con la menopausia.

En términos generales, la mejor edad reproductiva de una mujer es cerca de los 20 años y comienza a disminuir gradualmente a partir de los 30 años, sobre todo después de los 35 años.

A pesar de que actualmente la mayoría de las mujeres cuidan más de su salud y, a la misma edad, se encuentran mucho mejor que las generaciones anteriores, lo cierto es que esto no llega a contrarrestar la declinación natural de la fertilidad relativa a la edad. A diferencia de los hombres, que continúan produciendo espermatozoides a largo de su vida, la mujer nace con todos los folículos que contienen óvulos en sus ovarios y no produce folículos nuevos. Al nacer, una mujer tiene aproximadamente un millón de folículos. En la pubertad, esa cifra habrá disminuido a aproximadamente 300.000. De los folículos que quedan en la pubertad, solamente 300 serán ovulados durante los años reproductivos.

No obstante, la mayoría de los folículos no se consumen en la ovulación sino a través de un proceso gradual de pérdida denominado atresia. Este proceso degenerativo se produce independientemente de que la mujer esté embarazada, tenga ciclos menstruales normales, utilice métodos anticonceptivos o reciba tratamiento de la infertilidad. Sin embargo, se ha demostrado que hay factores que influyen en acelerar este proceso, como el tabaquismo, que puede provocar que las mujeres fumadoras experimenten la menopausia alrededor de un año antes que las no fumadoras.

Aunque no son tan bruscos ni evidentes como femeninos, la edad también influye en la fertilidad y la función sexual de los hombres.

Aunque este proceso suele producirse a partir de los 55 o 60 años, a medida que los hombres envejecen, sus testículos tienden a ser más pequeños y más blandos, afectando a la forma y el movimiento de los espermatozoides. A esto se suma la posibilidad de desarrollar enfermedades que afectan negativamente su función sexual y, por tanto, reproductiva.

En este sentido cabe destacar que un estudio publicado el pasado año por de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford que ha revisado más de 40 millones de nacimientos, sugiere que los riesgos comienzan a los 35 años y son significativos a partir de los 45. De este modo, los bebés nacidos de hombres de 45 años o más tenían un 14% más de probabilidades de nacer prematuramente, de presentar un bajo peso y de ser ingresados en la UCIN.

En cualquier caso, identificar la causa de la infertilidad ayuda a los profesionales a indicar tratamientos específicos con los que ayudar a conseguir el embarazo.

Fuente: diariosur.es