Ana recordó que alguna vez había anotado un nombre, llamó y pidió una cita. Además del desconsuelo, tenían muchas dudas, sentían gran incertidumbre cuando llegaron al consultorio del Dr. Burgos. Todo debe haber influido en que la primera impresión no fuera del todo positiva para la pareja. La comparación fue inevitable: este consultorio era -en contraste con el anterior lleno de lujos y equipos modernísimos- de una sencillez y discreción tan notables que los llevó a pensar si sería confiable. “Confieso que vacilamos” -cuenta Ana- “Volvimos a casa con más dudas pero, después de analizarlo objetivamente, decidimos que era cosa de Dios que este doctor apareciera en nuestras vidas y decidimos darle toda nuestra confianza”.
El diagnóstico era irrefutable, ya lo sabían, su caso ameritaba un in vitro y aquí es donde esta historia se hace breve. En enero fueron a la primera cita y en febrero –después de someterse a los tratamientos correspondientes, la transferencia de óvulos y el implante- Víctor y Ana recibieron la noticia que tanto ansiaban escuchar: “Están embarazados”. Hoy, con sus bebés en brazos, agradecen haberle entregado su confianza y sus ilusiones a aquel equipo “tan humano, tan cerquita de uno siempre” que por su sencillez casi los espanta el primer día.