Testimonios

Ana y Víctor

La primera vez que llamamos a Ana, no nos pudo atender al instante porque estaba vistiendo a sus bebés, dos hermosos varones que, para la fecha, habían cumplido el mes y medio. Años atrás, Ana estaba visitando a una amiga que había dado a luz, cuando de la nada salió el tema de la dificultad para concebir que tienen algunas parejas. Sin saber por qué, ya que ella y su esposo Víctor llevaban 3 años en consulta con otro médico, anotó el nombre de un equipo especializado en fertilidad del que las amigas hablaban con insistencia. Meses después recibieron una noticia terrible: su médico había muerto en un accidente. Para ellos fue devastador pues la relación afectiva y de confianza que habían establecido con él era real y sólida. Después vino la segunda certeza: si querían insistir en lograr el embarazo tenían que consultar otro equipo médico y comenzar –otra vez- a contar su historia, hacerse exámenes y realizarse pruebas.

Ana recordó que alguna vez había anotado un nombre, llamó y pidió una cita. Además del desconsuelo, tenían muchas dudas, sentían gran incertidumbre cuando llegaron al consultorio del Dr. Burgos. Todo debe haber influido en que la primera impresión no fuera del todo positiva para la pareja. La comparación fue inevitable: este consultorio era -en contraste con el anterior lleno de lujos y equipos modernísimos- de una sencillez y discreción tan notables que los llevó a pensar si sería confiable. “Confieso que vacilamos” -cuenta Ana- “Volvimos a casa con más dudas pero, después de analizarlo objetivamente, decidimos que era cosa de Dios que este doctor apareciera en nuestras vidas y decidimos darle toda nuestra confianza”.

El diagnóstico era irrefutable, ya lo sabían, su caso ameritaba un in vitro y aquí es donde esta historia se hace breve. En enero fueron a la primera cita y en febrero –después de someterse a los tratamientos correspondientes, la transferencia de óvulos y el implante- Víctor y Ana recibieron la noticia que tanto ansiaban escuchar: “Están embarazados”. Hoy, con sus bebés en brazos, agradecen haberle entregado su confianza y sus ilusiones a aquel equipo “tan humano, tan cerquita de uno siempre” que por su sencillez casi los espanta el primer día.